El compromiso de combatir la pobreza y la corrupción en la región más desigual del mundo y dar protagonismo a sectores históricamente marginados está llevando al poder en Latinoamérica a líderes de izquierda que, con diferentes perfiles y resultados, prometen la profundización democrática y el crecimiento económico igualitario.
El triunfo este domingo de Gustavo Petro, exmilitante de la guerrilla M-19 y exalcalde de Bogotá, marcó un hito en la historia de Colombia, la democracia más antigua de América Latina, donde jamás ha gobernado la izquierda, y abre la puerta a una nueva era en un país azotado por la injusticia social, la violencia armada, el narcotráfico y los altos niveles de corrupción.
La victoria de Petro, que tendrá como vicepresidenta a la luchadora ambientalista y feminista afroamericana Francia Márquez, se da en un ambiente de fuerte polarización, que ha dejado a la sociedad colombiana dividida en dos sectores con sensibilidades políticas y modelos de país antagónicos, y ha disuelto el modelo de alternancia en el poder que históricamente se dividieron gobernantes liberales y conservadores.
Un fenómeno muy similar al de Gabriel Boric, un joven político procedente de las filas del movimiento estudiantil que llegó al poder tras derrotar en diciembre pasado al ultraderechista José Antonio Kast en una contienda electoral de la que estuvieron ausentes los partidos que durante tres décadas protagonizaron la vida política de Chile.
El estallido social fruto del cansancio de los ciudadanos con el modelo económico y el sistema establecido confinó a un rincón de la actividad pública a las fuerzas políticas tradicionales, tanto en Colombia como en Chile.