Con sus modales de la vieja escuela de Washington, décadas de experiencia política y diplomática y una decencia evidente, Biden ganó las elecciones de 2020 con la promesa de “curar” a la nación tras cuatro años de Donald Trump.
Pero esta semana quedó en claro que esa curación no está ocurriendo y Biden es criticado con y sin razón.
La prueba principal es la destartalada respuesta a un vacío en los suministros de fórmula láctea para bebés. Los estantes de los supermercados están vacíos y los padres preocupados por la alimentación de sus pequeños.
El gobierno de Biden ya había sido golpeado con la ola de creciente inflación y las fallas en la cadena de suministro de bienes como automóviles y materiales para la construcción.
También hay quejas sobre la organización de última hora de la Cumbre de las Américas que se realiza desde mañana en Los Ángeles. Ni siquiera está claro qué jefes de Estado asistirán a ese foro creado por EEUU en 1994 y que por segunda vez se realiza en su territorio.
Y ahora, los bebés estadounidenses, o al menos sus padres, se unen a las filas de los que están molestos con el presidente.
El problema de la escasez del alimento para bebés no comenzó con Biden.
Comenzó en febrero cuando la multinacional Abbott, que controla alrededor del 40% del mercado estadounidense, cerró una planta local y decidió un retiro del producto.
A medida que disminuyó la oferta a los minoristas, a los padres se les presentó el escenario aparentemente improbable en la nación más rica del mundo de no tener la seguridad de poder alimentar a sus bebés.
Para tranquilizar a los estadounidenses, la Casa Blanca organizó el miércoles una cumbre sobre el asunto en la que participaron el presidente, altos funcionarios y ejecutivos de los principales fabricantes.
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