En un operativo en la carretera Potosí-Tarija, la FELCN interceptó un camión de encomiendas que, al ser requisado, reveló 36 baldes de pintura con diferencias notables en su peso. La apertura de algunos de estos contenedores permitió descubrir que nueve de ellos no contenían pintura, sino arena con paquetes tipo ladrillo. Esta constatación se fundamenta en el informe oficial del director Edwin García, quien especificó que se incautaron 276 paquetes equivalentes a 28 kilos de clorhidrato de cocaína, lo que respalda la veracidad de la operación.

Aunque las autoridades en la FELCN afirman contar con operativos efectivos, el hecho de que se descubriera esta carga oculta plantea interrogantes sobre la capacidad del sistema para detectar envíos similares. El hallazgo, evidenciado al notar variaciones en el peso de los baldes, justifica la preocupación sobre cuántos cargamentos pueden estar eludiendo los controles. Esta situación se sustenta en la práctica habitual de los narcotraficantes, quienes emplean métodos de camuflaje, según antecedentes en otras interceptaciones.

El director de la FELCN anunció el refuerzo de los puntos móviles, argumentando que los puestos fijos han mostrado deficiencias. Esta medida se justifica por la necesidad de ampliar los mecanismos de detección ante la sofisticación de las rutas delictivas, lo que ha sido corroborado por la evasión de controles observada en este operativo. El reconocimiento de las limitaciones del sistema por parte de los propios funcionarios indica que la reacción actual es un intento de subsanar deficiencias probadas durante años de operación.

El caso evidencia no solo un fallo en el control de una carga, sino una problemática estructural en la lucha contra el narcotráfico, donde los métodos de ocultación se vuelven cada vez más sofisticados. La dependencia en controles puntuales y la falta de tecnología avanzada han permitido que operaciones como esta sean solo la punta del iceberg, lo cual justifica la exigencia de una revisión profunda del sistema de vigilancia.