Bolivia enfrenta una de sus peores temporadas de lluvias en los últimos años. Hasta la fecha, 55 personas han perdido la vida, ocho permanecen desaparecidas y al menos 1.204 viviendas fueron destruidas por riadas, inundaciones y deslizamientos. Cuatro departamentos —La Paz, Cochabamba, Oruro y Santa Cruz— están entre los más golpeados por estos fenómenos climáticos.
Desde noviembre de 2024, 127 municipios han sido oficialmente declarados en desastre, mientras que otros 25 se encuentran en emergencia. En total, 232 municipios presentan algún tipo de afectación por lluvias, lo que evidencia la magnitud del impacto a nivel nacional.
El Viceministerio de Defensa Civil reportó que más de 6.000 comunidades fueron golpeadas directamente, afectando a más de 590.000 familias. Los daños abarcan desde la pérdida de viviendas hasta la interrupción de caminos, cosechas arrasadas y desplazamientos forzados, dejando a cientos en situación de vulnerabilidad extrema.
Aunque se han desplegado algunas ayudas, la situación exige una respuesta estructural urgente. La emergencia no solo revela la fuerza de los fenómenos naturales, sino también la fragilidad de la infraestructura y la falta de previsión estatal ante eventos que cada año se repiten con mayor intensidad.