China finalizó este miércoles un conjunto de maniobras militares que rodearon Taiwán durante dos días, en lo que ha sido descrito como una demostración de fuerza ante el gobierno de la isla. Los ejercicios incluyeron fuego real, simulaciones de bloqueo marítimo y ataques dirigidos a infraestructuras estratégicas, elevando la tensión en la región.

El despliegue ocurre en un contexto de crecientes diferencias políticas entre Pekín y Taipéi, luego de que el presidente taiwanés, Lai Ching-te, se refiriera a China como una «fuerza hostil extranjera». Pekín, que considera a Taiwán una provincia rebelde, ha reiterado su objetivo de reunificación, asegurando que prefiere hacerlo por la vía pacífica, aunque mantiene la opción del uso de la fuerza en caso de que la isla declare su independencia formal.

Mientras tanto, Estados Unidos sigue sin definir públicamente hasta qué punto intervendría en un posible conflicto. Aunque reconoce a China diplomáticamente desde 1979, Washington mantiene una política de «ambigüedad estratégica», sin especificar bajo qué circunstancias defendería a Taiwán. Este reciente ejercicio militar de China subraya la creciente complejidad del equilibrio de poder en la región y el riesgo de una mayor escalada en el futuro.