La ciudadela Andrés Ibáñez, conocida como Plan Tres Mil, es multicultural y plurilingüe, y el objetivo, casi militar, de grupos radicales que el último mes tomaron con violencia las calles de Santa Cruz para hacer cumplir por la fuerza un paro indefinido.

Desde la periferia del gigantesco barrio, un subcomité cívico anunció que “encapsulará” la popular zona en demanda de una Ley del Censo de Población y Vivienda que se tramita en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP).

“Sostuvimos una reunión con todas las instituciones como el Comité Cívico, Juntas Vecinales, Club de Madres y hemos decidido continuar con el paro, ratificar el respaldo al Comité Interinstitucional y encapsular al Plan Tres Mil”, anunció a la televisora privada Red Uno el presidente del subcomité, Jorge Villagómez.

De acuerdo con Villagómez, el encapsulamiento es necesario porque, dijo, los gremiales y transportistas de la zona en “ningún momento”, durante los 34 días de paro económico, “dejaron de trabajar, de transitar”.

En la línea con el acoso de grupos violentos que sufrió la zona desde el pasado 22 de octubre, el cívico señaló que durante el confinamiento que se prepara se “permitirá el paso de ambulancia, carros basureros, fuerza pública, personal sanitario y abastecimiento”.

Fausto Veizaga, presidente de la organización Apos Plan Tres Mil, recordó que durante todo el tiempo de paro indefinido el sector gremial fue asediado por grupos de choque.

«Ellos han visto que el Plan no estaba acatando u obedeciendo las órdenes del Comité Cívico y el Comité Interinstitucional, entonces ellos nos atropellan con todo, reuniendo vándalos de la villa y de otros sectores”, declaró a la emisora estatal Patria Nueva.

La whipala

En la pequeña Plaza de la Rotonda del gigantesco barrio hay un Obelisco, en cuya cima piramidal ondea una bandera cuadrangular, de un metro cuadrado y siete colores: la whipala.

La campana es el símbolo de quienes atacan al barrio desde el pasado 22 de octubre, cuando se inició el paro cívico que pretende carácter indefinido, y la brava bandera, del Plan.

Al sonido de la campana, que advierte de “ataque”, en el Obelisco responden con bocinas de vehículos y estridentes ruidos de petardos convocando a sus defensores.

“Los unionistas quieren confinarnos y nosotros queremos que nos dejen en paz”, señaló a la ABI el joven dirigente del Plan, de padre y madre gremial, Jesús Aramayo.

La campana

Los grupos que preparan el “encapsulamiento”, y organizan ataques al barrio, se concentran en la campana, a poca distancia del Obelisco.

Al toque manual de la pieza metálica, solitaria y vieja, su sonido se escucha casi cada noche, desde el 22 de octubre, en los límites del rebelde Plan Tres Mil, que ha desobedecido el paro de los cívicos cruceños.

Suspendida en un mástil, el instrumento metálico repica incesante pero no llama a misa, ni a la unión en matrimonio, a bautizos o a un día de fiesta, lo hace para convocar a los “unionistas” —un grupo radical y violento financiado por el millonario gobernador, Fernando Camacho— a la violencia.

Su estridente sonido llega a kilómetros de distancia en las tibias noches de primavera cruceña y hasta ahora no lo ha hecho como lamento por la muerte inútil de algún boliviano.

“Alguien”, sin embargo —dice un movilizado, que prefiere el anonimato— cambiará los petardos, los bates de beisbol, las piedras o los palos, “por un arma de fuego si no hay ley del censo”.

“Y será otra historia”, advierte.

La historia de 3.000

La rebeldía del Plan, que “prepara su defensa” frente a posibles saqueos, como ocurrió un par de días atrás, tiene una larga historia.

En las riberas del río Piraí habitaban pueblos indígenas de tierras bajas marginados de la vida republicana —guaraníes, chiquitanos y ayoreos— que lo perdieron todo durante una riada en 1983, justo en el marco de la transición política que dejaba atrás los años duros de las dictaduras.

El Estado reubicó a las familias que quedaron sin hogar en terrenos baldíos de propiedad privada en la zona sudeste de la ciudad y prometió un Plan para construir 3.000 viviendas.

La ciudadela Andrés Ibáñez —a la que llegaron paulatinamente migrantes campesinos, aimaras y quechuas expulsados de tierras altas tras prolongadas sequías, y miles de mineros despedidos para asentarse definitivamente— fue conocida popularmente como Plan Tres Mil desde entonces.

La vitalidad urbana del barrio multicultural, una de las periferias urbanas más jóvenes y pobladas del continente, mueve hoy a 300.000 habitantes, con sus 16 mercados de abasto, miles de gremiales, transportistas, obreros de la construcción, agricultores, técnicos y profesionales universitarios.

El barrio de los antiguos cañaverales, ubicado en la zona sur de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, desafió el paro de los cívicos con una consigna: “Derecho al trabajo”.

En poco más de tres décadas la población inicial del Plan se multiplicó bajo el desprecio de una oligarquía feudal-terrateniente enriquecida por el despojo de miles de hectáreas que estaban destinadas al campesinado en el marco de la política de distribución de tierras tras la reforma agraria de 1953.

Desplazada en la periferia cruceña y sin apoyo departamental, el nuevo barrio debió organizarse para conseguir los básicos servicios de agua, alcantarillado y energía eléctrica.

Obelisco

Hoy, el centro del barrio está en el obelisco en el que nace la avenida Che Guevara, donde se ubica un enorme mercado de abasto que ofrece desde alimentos, ropa, electrodomésticos, hasta ganado en pie.

Hasta allí llegan cada noche grupos de la Unión Juvenil Cruceñista, brazo violento y radical de los cívicos cruceños, para imponer por la fuerza la medida y saquearla como lo hicieron también en los dos paros anteriores de este año.

La intervención de la fuerza pública, que utilizó gases lacrimógenos para dispersar a los grupos de choque, no impidió que la violencia se desborde.

De momento, la ciudadela, multicultural y plurilingüe, se prepara para días y noches de terror.

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